
¡QUE LÁSTIMA COMPAÑER@S...!
Al ser humano -cuya naturaleza lo trae de serie- le gusta crear instituciones, muchas instituciones. Una veces pequeñas instituciones con fines prácticos, otras veces grandes instituciones con fines ambiciosos. No importa el tamaño porque desde una institución a dos -la pareja- hasta la institución a miles -los acontecimientos deportivos- todo es institución.
Institucionalizamos la atracción física de los cuerpos -celestes o nó-, el fruto de esa atracción, el desarrollo de la amorosa convivencia, la convivencia con los otros, las creencias, las aficiones, los bienes comunes... nos pasamos la vida institucionalizando la vida, para acabar institucional e irremediablemente muertos.
Es lástima que el ser humano no esté a la altura de las maravillosas instituciones que crea porque desgraciadamente la perfección teórica de estas siempre se viene abajo a causa de la imperfección de un factor muy humano: el propio ser humano.
A puntito estoy de caer en la misantropía más monstruosa viendo como estos factores, ignorantes comunes de toda jaez, ejercen su labor a diario, unos rezan de hinojos por Pinocho el sangriento y otros enarbolan sin pudor a un cristo que les bendiga el poder recién tomado, unos perpetran selectos envenenamientos con polonio y otros... dá verdadero asco.
Ya es mala leche que de la filantropía a la misantropía solo medie un desengaño cuya culpa recae directamente sobre nosotros mismos, que a decir de Mafalda, tenemos más de género que de humanos.
¿Como podemos esperar un buen rendimiento de la máquina institucional, -supuestamente al servicio de la Humanidad- si lo que fallan son los componentes...? ¿Hein...?
Pasó el tiempo de las revoluciones de masas y perdimos muchas oportunidades... en cambio siempre tuvimos a mano la posibilidad de la auto-revolución... y ni puto caso.
¿Hay alguien que esté a la altura de sí mismo...? Me dá que muy poquitos, que para la gran mayoría todavía no, que nos queda mucha animalidad por sacudirnos de encima.
Uno para sí solo y solo para sí mismo porque unicamente después de alcanzar el propio conocimiento puede uno ayudar a los demás. Conocete a tí mismo, decian los griegos.
Paz a los hombres, guerra a las instituciones.
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