08 agosto 2008

Los abortos católicos y otras lindezas.


Si -como ya hemos visto en el pasado- la proverbial obcecación de los nacional-católicos españoles no fuera peligrosa para las libertades de quienes no comulgamos con sus ruedas de molino, serían realmente graciosos expuestos como están sin remedio a enfrentar constantemente sus contradicciones. Pero no es el caso; su contumacia -en perpetua simbiosis con sus contradicciones- ha hecho evoluciónar la hipocresía a la categoría de virtud de la que hacer ostentación y su admirable habilidad y constancia para extirparse el sentido común les ha llevado incluso a santificar la intolerancia por boca de su último y flamante "santo" Josemaría salido de la vaticanesca fábrica.

Soberbios hasta la nausea en un mundo de incertidumbres, afirman que la unica verdad disponible es la que ellos se han inventado y tal corpus de imposturas -revoltijo mal ensamblado y peor entendido de otras más antiguas- les basta para auto-convencerse de que un dios pelele manejado por sus jerarquías, les dá el derecho de actuar en su nombre, intervenir en vidas ajenas -sean bienvenidos o nó- y a pontificar sobre cualquier materia con intención de ser obedecidos so pena de castigo... no ya por el propio dios ofendido sino que tal placer se lo reservan para sí sus auto-proclamados ministros y creyentes.

Tal actitud invasiva e impositiva solo puede tener por respuesta -civilizada- la revisión periódica de su "modélica" historia como institución, la cual en justicia no arroja el mirífico balance que ellos pretenden: no solo ellos y su dios han sido durante dos mil años incapaces de ahorrarnos las calamidades de esta vida, sino que además, son culpables de haber provocado muchas de ellas en su afán por salvar a la Humanidad y darle un paraiso facilón en el más allá. Notese que la idea es realmente buena y el mantenimiento es gratis, el resto son todo beneficios.

Cuando nadie les ha pedido nada, tanta caridad es más que sospechosa. ¿De que quieren, pues, salvarnos a la fuerza si estando respaldados por un dios -como pretenden sin prueba alguna- ni siquiera les acompaña la coherencia.?

Enfrentados a la naturaleza humana de sus malas acciones lo habitual es que -para preservar la supuesta santidad de su idolatrada institución y de los purpurados parásitos que la habitan- opten por un silencio que tiene poco de místico y mucho de estrategia disfrazada de falsa humildad.


Así, se lanzan -entre otras cruzadas- a condenar y tildar de asesinato el aborto como si su práctica fuera un deporte y no una dificil y traumática decisión para una mujer que queda reducida a mero receptáculo sin soberanía sobre su cuerpo. Su dios les dice -curiosamente solo a ellos- que no existen atenuantes; las calamidades que la bondad del todopoderoso envía a sus criaturas en forma de violaciones o malformaciones genéticas han de ser aceptadas ciegamente sin poner en duda su justicia o idoneidad, porque el hombre y la mujer han de someterse a la voluntad de ese dios que solo habla por boca de serviles lacayos avidos de quitarle el puesto al amo.

Es paradójico que osen hablar de libertad y libre albedrío quienes tanto aman la esclavitud y el sometimiento.

Mientras tanto, los intransigentes defensores y defensoras de la fé católica, cuando los "casos excepcionales" les tocan de cerca, ponen el crucifijo de cara a la pared y no solo mandan a sus hijas a Londres, Paris o Barcelona a deshacerse de sus deslices de fin de semana, si no que también se echan amantes, se van de putas, tienen hijos bastardos, tienen relaciones homosexuales dentro del armario, usan condones, toman la píldora, defienden la pena de muerte -en determinados supuestos legales como el terrorismo- y evitan a toda costa airear los vergonzosos e innumerables casos de: abusos perpetrados por curas pedarastas, violaciones de monjas por parte de sátiros misioneros y los posteriores abortos bendecidos discretamente por a jerarquía eclesiastica sin pasar por el cargo de conciencia que pretenden endilgarle al resto de los mortales por los mismos motivos.

Pretendiendose hijos de un dios omnipotente mas parecen lo que representan: que o bien su padre es otro y no lo saben o que de confirmarse tan pretenciosa paternidad, la vulgaridad de quien los hizo a imagen y semejanza suya, ya no dejaría lugar a dudas.

En el maravilloso mundo de santas apariencias y apariciones donde viven estos aspirantes a una ridícula "salvación" debe parecerles que si esconden y acallan todas las miserias que les hacen igual de buenos que el resto de la gente, es como si tales mezquindades no exisitieran... pero para eso estamos los malos, los descreidos, los sindiós: para cometer, cuando sea necesario, el pecado de recordarles los suyos.

En el improbable caso de que la mediocre "verdad" que venden estos hipócritas fuese cierta, para este ateo -merced al grave pecado de no creerles- será una gran victoria moral ser condenado al fuego eterno -¿o era hielo...?- por esa marioneta tan cara a los católicos que llaman dios.

Queda claro: ni dios ni amo.

No hay comentarios: