
El señor X, Xavier para sus amigos, a causa de una invalidez que no viene al caso, frecuenta como rutina casi diaria las bibliotecas municipales de su localidad y me hace compungido una lista de lo que viene observando: retrasos en los horarios de apertura de un servicio público, retrasos en la aparicion de los diarios que sirven para buscar trabajo a quienes los esperan, desayunos interminables de las bibliotecarias titulares, atención precaria (hagalo usted mismo…), conserjes que se niegan a coger teléfonos que suenan, conserjes que no aparecen en todo el día, bibliotecarias titulares que comen en horario de trabajo para salir a su hora de comida con el trámite cumplido, bibliotecarias que hacen las compras en horario de trabajo, biliotecarias que abandonan su puesto para… y un largo etc que parece decir que para estos empleados públicos el hecho de dirigirse a su lugar de trabajo es una actividad terapeutica para curarse de la crueldad de la vida, que realmente si les enviaran el sueldo a casa y no tuviesen la obligación de asistir, nadie notaría la diferencia gracias a esos otros empleados que sin ser funcionarios son los que realmente curran por aquellos.
-¡Oye, sabes que entraron a robar en el Ministerio…!
-¿…Y robaron mucho.?
-Todo salvo el reloj porque todo el mundo andaba pendiente de él.
Mi amigo Xavier se indigna y a pesar de su calvicie, dice que le toman el pelo, que lo que les hace falta a esos personajes es currar un poco en la empresa privada para darse cuenta. Yo pienso otra cosa.
Para que no parezca que me ensaño con el gremio de los bibliotecarios también conozco personalmente a otros funcionarios que en horario de trabajo, en el ministerio “naturelment”, se han ganado unos duros extras trabajando para el negocio personal de su jefe que a su vez subcontrataba el trabajo que habia de hacerse en el ministerio por estos. Es decir, el ente público al servicio del interés privado pagado por el contribuyente. Olé… ¿quién vigila a los vigilantes.?
Y que diablos, yo mismo, durante los seis meses que fui contratado por un ayuntamiento, cuyo nombre callo por salvaguardar su honra, tuve que inventarme el trabajo para no perder oficio. Sinceramente, trabajo lo que se dice trabajo no supe bien lo que era hasta que me sacaron las plusvalias en la privada.
¿Existen limites a la desfachatez….? Parece que nó, conozco el caso de un señor funcionario y delegado sindical que utiliza su “tiempo libre”, a saber: laboral y sindical, para sacarse una carrera. Estado y sindicatos siempre velando por el ciudadano.
-¿Sabes que García a muerto en su despacho…?
-¡Si, tuvimos que sacarle las manos de los bolsillos para que pareciese un accidente de trabajo.!
Preguntemosle a un “responsable” politico de cualquier color sobre estas irregularidades y a parte de intentar convencernos de que se trata de casos aislados, nos remitirá sin duda con una amplia sonrisa a un pasado remoto en el que todo era posible y peor… pero que ahora en democracia todo es diferente. Y debería ser diferente pero lo cierto es que la estructura de aquellos tiempos permanece y es ese mismo andamiaje el que hace que se perpetue y se desarrolle lo malo de la naturaleza humana acompañado de la ineficacia y del derroche de nuestros recursos.
Y no doy más datos por que es lástima que las denuncias se instrumentalicen, como gustan de decir ahora, según de que lado caigan, para eliminar rivales y no para solucionar los problemas.
Ah… en Francia tambien ocurre, los chistes de mas arriba son del malogrado Coluche (Les restos du coeur, touche pas mon pote!), un popular payaso que cuando dijo que se iba a presentar a las elecciones le mataron al secretario. Más tarde murió él mismo en accidente de moto. Bizarre, bizarre.
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